Rodolfo Montes de Oca
Para 1931, Venezuela se encontraba bajo la
dictadura positivista del General Juan Vicente Gómez, un campesino de capacho
forjado en las guerras civiles de la postrimería del siglo XIX, que desde 1909
detentaba el control político-militar de la república, bien por mandato directo
o por gobiernos títeres de civiles como Victorino Márquez Bustillo y Juan
Bautista Pérez.
El “bagre” como de forma jocosa lo bautizaron
sus detractores por sus bigotes, logro pacificar al país durante un lustro,
manteniendo una política de sistemática persecución de cualquier idea
revolucionaria o de izquierda que circulara por los márgenes de su feudo. No
obstante esta estrategia de persecución fue quebrada primero por los
inmigrantes ibéricos e italianos que trajeron las ideas anarquistas y por los jóvenes
de la Generación del 28; un grupo de universitario que con el tiempo se
convertirá en la aristocracia política del país.
Sin embargo el 29 de mayo de 1931, el prefecto
de Caracas realiza una razzia policial que culmina con la detención de todo el
partido para la época, entre ellos, varios estudiantes y profesionales que con
el tiempo alcanzaran relieve nacional: Aurelio Fortoul, Francisco José Delgado,
Manuel Simosa, Mariano Fortoul, Juan Bautista Fuenmayor, Rodolfo Quintero,
Carmen Clemente, Elba Arráiz, Luisa
Teresa Velutini de Mandé, Raúl Osorio,Ramón Abad, Víctor García Maldonado y
Josefina Juliac.
Ficha policial de Aurelio Fortoul, José
A. Mayobre y Francisco José Delgado
Ficha policial de Mariano Fortoul, Ángel J. Márquez y Manuel Simosa
Ficha policial de Víctor García Maldonado, Juan B. Fuenmayor y Fernando Key Sánchez
Los detenidos serian retratados para la posteridad
y sus fichas incluidas en que se denomino como el Libro Rojo, un compendio de fotos, cartas robadas y
declaraciones editadas tiempo después
por el General Eleazar López Contreras en 1936, sucesor de Gómez en el poder.
A diferencia de otras razzias, la caída del
“pomposo” trajo consigo un cargamento de buenas intenciones que haría palidecer
al más perspicaz investigador. Entre las cosas incautadas se encontró:
- 187
ejemplares impresos del Manifiesto del Partido Comunista al pueblo
trabajador venezolano.
- Un
informe sobre la situación económica y política de Venezuela
- Un
juicio sobre los periódicos de Caracas
- Un
legajo conteniendo 17 lecciones para obreros.
- Dos
folios con nombres y direcciones
- Dos
hojas “La verdad sobre España”
- Un
legajo 4 folios Organización del
Partido Comunista Venezolano
- Un
“Carnet d’Adherent nro. 10653, Comunista”
- Un
legajo con doce paginas de Plan de Organización
- Un
legajo con seis folios nro. 112,
Carácter Corporativo.
- Un
legajo con seis folios y un cuarto, firmado Collins dirigido a Andrés.
- Un
legajo con cinco folios “Lo que debe saber el Obrero”
- Una
circular (2 folios) para M.E.C y A., sin firmar.
- Una
subradio A. Radio del D.F.
- Un
croquis (Plano Estados de la República). Siete regiones, en colores.
- 84
fichas de adhesión al Partido Comunista de Venezolano.
- 133 cédulas comunistas.
Esta papelería incautada fue suficiente para
que el otrora “pomposo” de los trabajadores fuera a parar por una temporada a
las temibles cárceles del gomecismo. Sin
embargo por razones de naturaleza humana, la segunda generación suelen albergar
una radicalidad y virulencia que no poseen sus antecesoras, lo demostró la
segunda generación de la Fracción del Ejercito Rojo alemán y de las Brigadas
Rojas italianas.
Un año después el 10 de marzo de 1932 en
detenido en diferentes partes de Caracas, un segundo Comité Central compuesto
por los estudiantes José Antonio Mayobre, Fernando Key Sánchez, Ángel J.
Medina, Florencio Maggi y Gustavo González.
Esta ves en posesión de “el pomposo” encontraron
literatura comunista, circulares, fichas, carteras con anotaciones, hojas
impresas, sellos, multígrafos, revólveres, capsulas desconocidas y una bomba
explosiva. Sin duda alguna los nuevos chicos del bloque querían superar a sus
antecesores.
Con el advenimiento de
la democracia, todos los conjurados, con algunas excepciones, siguieron
predicando el marxismo desde la prensa, puestos de trabajo y las aulas
universitarias pero ninguno murió militando en el Partido Comunista. Quizás la
conclusión sea simple, el pueblo organizado avanza sin partidos.