Rodolfo Montes de Oca
El pasado 6 de diciembre de 2015,
se realizaron las elecciones de la Asamblea Nacional que regirá hasta el 2019,
cuya función será la de legislar y realizar controles sobre las decisiones que
tome la Administración Pública y el Ejecutivo Nacional.
Sin embargo pese a la hegemonía
comunicacional y a tener el control absoluto del Estado, las fuerzas
bolivarianas representadas por el Gran Polo Patriótico, recibieron una aplastante
derrota por parte del sector opositor aglutinado por la Mesa de la Unidad
Democrática; para obtener un total de 112 escaños en el hemiciclo y un total de
8 millones de votos, que es igual al máximo porcentaje de votación sacado por
el oficialismo en el 2010.
La nueva Asamblea Nacional abre
las compuertas para que los movimientos sociales y los grupos anarquistas,
demandemos una serie de transformaciones como son: la promulgación de una Ley
de Inclusión de la comunidad GLBT, el reglamento de la consulta previa a los
pueblos indígenas en materia extractivista, la modificación de la legislación
tributaria que suprima al IVA como impuesto pernicioso o la promulgación de
leyes que faciliten créditos por parte de la banca pública y privada a los sectores
desposeídos.
Este nuevo escenario de franco
retroceso del oficialismo, las mediocres medidas de “rectificación” que ha
asumido la dirección del proceso, la crisis económica que nos arropa y una
pérdida de miedo por parte de la población después de los distubios de 2014, ponen
de manifiesto lo que puede ser la construcción de un amplio movimiento
destituyente que dé al traste con el poder constituido.
Sobre la base de ello, el activista
Leonardo Montes ha escrito sobre la necesidad de consolidar este contrapoder
sobre la base de dos hechos fundamentales: 1) atacar a la boliburguesia
enquistada en el poder y 2) evitar la reconstitución de los partidos políticos
opositores.
Pero para esto, es necesario
re-articular el tejido social beligerante, golpeado y aislado desde hace 16
años atrás; la cooptación de los movimientos sociales por parte del chavismo,
la sumisión de las agendas de cambio por la tarjeta electoral y sobre todo la
banalización del adversarios, ha dejado el saldo fatal del cual debemos aprender.
Reviste de especial importancia
ese 7% del padrón electoral que de forma consciente voto nulo en las pasadas
elecciones, este mosaico deliberadamente acudió a las urnas, pero negó la
representación de ambos bloques de poder. Es con ellos, con esos rebeldes del
statu quo, cuyas aspiraciones no son cubiertas por la MUD o el GPP con los
cuales debemos construir puentes de alianza, reconocimiento, solidaridad y
acción para transformar la oprobiosa realidad.
El 2016 se presenta para los
anarquistas como un escenario de confrontación entre dos polos de poder, que
aunque con discursos y propuestas distintas, ambos buscan detentar la renta
petrolera; lo cual nos pone en alerta para lo que debe ser nuestro proceder y
actitud inmediata: reconocimiento de las voluntades de cambio, acompañamiento a
los movimientos sociales, radicalización de las demandas y exigir ambos bloques
en conflicto su solución.