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jueves, 25 de diciembre de 2014

Art. de Opinión: Vacaciones en Venezuela, lo que esconde el turismo “chevere” del Madurismo

Rodolfo Montes de Oca

Entre los múltiples mitos que existe sobre este país tropical esta el de ser una tierra rica en bellezas naturales y un lugar propicio para vacacionar; sin embargo esta visión idealizada de la región se contrasta con las precarias condiciones que debe afrontar el venezolano si quiere disfrutar de sus días libres haciendo turismo interno.

Por ello, alejados de las criticas que formula lo oposición neoliberal y conservadora, que se centra en criticar el alter-ego de “cheverito” como medio de publicidad gubernamental y por las imposibilidades de hacer vaciones Hi-tech como el personaje, nos centraremos en desenmarañar la hegemonía que tiene el proceso en este sector.  

El monopolio del estado
Desde el año 2006 y en plena borrachera del boom petrolero que experimento el proceso bolivariano, se inicio un proceso de recuperación de los hoteles que habían sido dado en concesionarios ha operadores internacionales como Hilton, con la excusa de impulsar una industria turística popular.

Esta medida de corte populista le permitió al proyecto bolivariano incursionar en el negocio de turismo, desplazando a sus rivales trasnacionales y cooptando prácticamente todo el mercado de la industria del disfrute, a excepción de los pequeños propietarios de posadas o de algunos operadores internacionales de propiedades multicompartidas como el Hotel Dunes en Margarita. 

Este proceso fue amparado y manejado por el Ministerio del Poder Popular para el Turismo, cuyo actual representante es Andrés Izarra, hijo del gendarme William Izarra,  cónyuge de Isabel Gonzáles Capriles, bisnieta del magnate de las telecomunicaciones Miguel Ángel Capriles e hijastra del candidato de oposición Antonio Ledezma.

Bajo el auspicio y fomento de Andrés Izara se creo la Sociedad de Garantías Reciprocas para la Pequeña y Mediana Industria (SOCGATUR) como una afianzadora publica que otorga fianzas para garantizar el crédito turístico ante las instituciones financieras; las cuales están obligadas por Ley a liquidar una cantidad importante de divisas de su cartera de activo de forma obligatoria a industrias turísticas, las cuales al no encontrar industrias donde colocarlas las coloca a través de bonos al estado. Por lo cual el estado venezolana, haciendo gala de cinismo puro, vende y se paga con la misma moneda, cuando el dinero que le quita a los bancos lo vuelve a colocar en el sistema financiero, manteniendo así un ciclo perpetuo de circulación de sus propias divisas y manteniendo un monopolio sobre la actividad turística.  

A esta situación irregular debemos sumarle que esta cooptación del mercado se realizo bajo las lógicas y la ética propia de las sociedades capitalistas, promoviendo un turismo depredador que acepta y promueve las fluctuaciones internacionales de la industria turista, pero con el aditivo de ser bonchero y de bajo costo para los extranjeros; en el cual se  malgasta la belleza venezolana que es patrimonio de todos en manos de los nuevos colonos del siglo XXI.

Un elemento importante de este monopolio fue el impulso que significo en la estructuras de la izquierda autoritaria europea y anglosajona, la ilusión de un proceso revolucionario en el caribe, reviviendo así la fantasía de Cuba en los sesenta y que fue promovido exitosamente por el gobierno con los Festivales de la Juventud o el Foro Social Mundial que fueron exquisitos bacanales altermundistas.

Como podemos apreciar, el turismo en Venezuela es una actividad más del gobierno bolivariano, actuando como un patrón dentro de este ramo lo cual se demuestra con su participación en empresas como Conviasa y Conferry.  

De turismo y anarquía.
Como anarquista nuestra respuesta al turismo depredador impulsado por el estado venezolano, es del turismo comunitario sostenible entendido este como un proceso de visita y disfrute comprometido en hacer un bajo impacto sobre el medio ambiente y la cultura local, contribuyendo así a generar ingresos y empleo para la población local reagrupada en cooperativas y mutualidades turísticas.

Este tipo de turismo solidario es una forma de viajar que se basa en el respeto de los viajeros hacia las personas y lugares que se visitan mediante un acercamiento profundo a la realidad del país y un intercambio cultural positivo entre ambas partes. Además de contribuir al desarrollo económico de la zona con el alojamiento en lugares gestionados por la comunidad, consumiendo productos de comercio justo y visitando y colaborando en proyectos comunitarios que allí se lleven a cabo. En definitiva una manera de viajar que tenga un impacto positivo tanto en las comunidades que visitan como en el propio viajero, alejados así de la depredadora cultura del turismo estatal y capitalista.

Un ejemplo de ello es el proyecto de un Museo originario a cielo abierto en la población de “El Mestizo” sobre un conjunto de petroglifos que lleva adelante el antropólogo Camilo Morón en la región de Falcón; en el cual la comunidad llevara la gerencia de este espacio en común a través de la autogestión y de las decisiones colectivas.


Por ello, es importante avanzar hacia una nueva conceptualización del disfrute vacacional donde los rebeldes podamos desvirtuar los costes derivados de las fluctuaciones de la demanda turística y le arrebatemos el monopolio del disfrute al Estado Bolivariano.