Rodolfo Montes de Oca
Desde hace algún tiempo, un grupo de anarquistas se venia reuniendo en lo
que se conoció como la Zona Temporalmente Autónoma (TAZ, por sus siglas en
ingles) de Ciudad Bolívar, la idea era la de generar un bache temporalmente de
rebeldía y de intercambio fugaz de material y experiencias en esta ciudad. Sin
embargo, más allá del esfuerzo de los compañero/as, la propuesta aunque
innovadora para la zona, no logro cuajar dentro de los afines.
Aunque pueden ser muchas las razones de por que el TAZ no se mantiene en
el tiempo, desde mi humilde opinión, mas que un espacio temporal, lo/as
anarquistas de Ciudad Bolívar deben plantearse cual es su relación con la urbe
totalitaria y con una ciudad que no solo les niega los espacios de
esparcimiento si no que los quiere fuera de ella.
La urbe como unidad político-económica de las sociedades occidentales,
fueron creadas con la finalidad de gestionar la dominación y la producción de
las masas y castas dominadas por parte de los detentadores del poder, hoy esa
dominación, es solapadamente “blanqueada”
con la excusa de una democracia participativa, que no es democracia ni es tan
participativa.
Por esto, aunque suene utópico, soy simpatizante de la ocupación de
espacios de o de la apertura de zonas autónomas no temporales, en donde se
analice la gestión de esta ciudad y donde se busquen alternativas reales de la
misma. Se trataría entonces de ir
desplazando al estado bolivariano de lo que es la gestión cotidiana de las
comunidades, remplazar las policías con nuestra propia defensa, la recolección
de basura con el reciclaje, los almacenes por los puestos productivos y las
ferias independientes, la medicina mercantil por la salud alternativa y los
tribunales por el libre arbitraje entre compañeros. Cambiar su mundo de
imposición por el nuestro de cooperación.
Cuando Hakin Bey, hablo de la temporalidad de los espacios insumisos
también mostró en su obra “Utopías
Piratas” la posibilidad de organización de los rebeldes para gestionar sus
propias comunidades, independientes y fraternas donde toda forma de vida se
respetaba.
Solamente cruzando la inmensidad acuática que es el Río Orinoco tenemos a
comunidades como los Yanomamis, los Piaroa o los Hotti, que todavía siguen viviendo
de forma antagónica al nuevo orden mundial, desarrollando el apoyo mutuo de
formas tan antiautoritarias que autores como el antropólogo David Graeber ven
en ellos vestigio reales y cotidianos de anarquismo. Y mientras esto ocurre en
nuestras narices, nosotros seguimos mirándonos el obligo.
En el pasado Ciudad Bolívar, fue atacada y saqueada en múltiples
oportunidades por los indios caribes y por corsarios de todas las estirpes,
pues bien, como la historia es cíclica, hagámoslo de nuevo, que los anarquistas,
punks, iconoclastas y rebeldes se adueñen de esta ciudad para gestionarla de
una forma distinta y para acabar de una vez por toda con el concepto de urbe,
para así pasar definitivamente al de comunidad autogestionada.
Soñar no cuesta nada, pero materializar los sueños es una labor
plausible, solo hay que proponérselo y actuar. Que en paz descansé esta urbe.